Translate

martes, 31 de octubre de 2017

Grooming,... en la mente del acosador (groomer)

En otro artículo anterior tratamos lo que es el grooming (“Grooming... a la caza del menor”) y el enfoque se daba desde un punto de vista de observador. Sin embargo en este artículo hablaremos del perfil del groomer, es decir, del adulto que pone en práctica esta detestable actividad. Para ser claros: vamos a hablar de cómo es este perfil acosador.

¿Qué hay en la cabeza de un groomer?
Un groomer es un adulto que se hace pasar por un menor para infundir confianza a otro menor y así lograr acercarse a él. Es decir, es una persona capaz de idear y poner en práctica las estrategias de ingeniería social (te propongo el artículo “Te van a engañar con... ¡ingeniería social!”) necesarias para lograr su objetivo. Por tanto, es una persona socialmente inteligente y hábil.

Entre sus objetivos puede estar el simple acercamiento para lograr determinados materiales (fotografías, vídeos,...) o, incluso, para consumar un acto sexual. Existe, por tanto, una delgada línea entre un groomer y un pederasta, ya que el primero pasa a convertirse en el segundo en el momento en que realiza un abuso sexual al menor.

Es decir, podríamos diferenciar entre el groomer calculador que trata de conseguir ciertos materiales para lograr con su venta o intercambio algún beneficio económico o simple reconocimiento, y el groomer que trata de saciar su propia necesidad interior de flirteo con un potencial contacto físico con algún menor.

Para poner en práctica sus tácticas de ingeniería social el groomer emplea los medios digitales a su alcance que le permiten romper la barrera de la distancia: redes sociales, foros, mensajerías, chats… Ahora, en la red, puede alcanzar a cualquier menor confiado independientemente de su ubicación y, al tiempo, recrea en su mente la seguridad que le ampara su hipotético anonimato: es el abono perfecto para trabajar.

La posibilidad de acercamiento inmediato y anónimo a un gran abanico de posibles víctimas disipa su ya deteriorado sentimiento de empatía. Dicha falta de empatía se refuerza a la vez que su abanico de potenciales víctimas crece y se impersonaliza (hablamos de un ambiente virtual). Pasa a considerarlas meros perfiles carentes de valor humano pero con un claro factor común: sabe que son menores. Su sensación de control y poder sobre ellos le genera una placidez mental muy diferente a la inseguridad que siente en su relación con los adultos.

Respecto a la falta de empatía resulta curioso que estas personas son selectivas en este aspecto de tal manera que carecen de ella en el caso de sus objetivos como groomers pero no en otras circunstancias.

En su necesidad obsesiva de acercamiento a los menores se realimenta la distorsión de la realidad que le rodea, reafirmándose en justificaciones a su actividad que le resultan totalmente válidas dentro de su marco mental de razonamiento: gracias a su falta de empatía da por hecho que no hace daño al menor o que, incluso, aquél acepta su juego de manera voluntaria y hasta gozosa.

Pero ¿por qué sigue este esquema de comportamiento?

Para entender semejante marco conductual es necesario retroceder en el tiempo hasta las edades más tempranas del groomer: su infancia. En este tipo de conductas no es infrecuente haber sufrido maltrato y abuso en esa etapa de la vida. Ello genera una gestión emocional anómala en la que confunde la sexualidad con las situaciones abusivas dando lugar a un patrón de comportamiento que se extiende a la edad adulta. Además, esta distorsión dentro de su interpretación de la realidad le aporta placer de tal manera que la actividad de abuso se vuelve recurrente y necesaria.

Suele restar importancia a sus actos ya que los da por naturales y compartidos con la víctima. Es decir, los asume como aceptados, deseados e incluso legitimados por el menor. Todo ello le lleva a una ausencia de remordimiento y de no aceptación de la situación realmente generada, sintiéndose eximido de culpa para lo que traza todo tipo de justificaciones válidas y creíbles para sí mismo.

Aunque el groomer se convierte en acosador cuando lleva al extremo su actividad, suele mostrarse como una persona normal en el resto de facetas de su vida pasando desapercibido para los demás. En general no usa la violencia sino que disfruta con el juego de la confianza y el acercamiento, para lo que se sitúa a la altura anímica de la víctima fingiendo comprensión y afecto. En un 85-90% de los casos se trata un hombre (también hay mujeres) de mediana o avanzada edad y su objetivo se sitúa en menores de 8 a 13 años de edad.

En general, quienes practican grooming suelen caracterizarse por:
  • Falta de empatía.
  • Baja autoestima.
  • Escasa tolerancia al estrés.
  • Ausencia de sentimiento de culpa.
  • Necesidad de aceptación.
  • Inmadurez social.
  • Visión distorsionada de la realidad.
  • Suelen ser obsesivos.
  • Presentan desajustes de personalidad.
  • No aprecian los derechos individuales de los demás.
  • Son reservados y retraídos.
Ya que, como comentaba, el grooming se sitúa a un paso de la pederastia, quizá valga la pena aportar un matiz más respecto a esta última, su diferenciación: situacional o preferencial. Quiero hacerlo porque implica dos comportamientos un tanto dispares que quizá en una fase de grooming no sean tan claros:
  • Pederastia situacional o incidental: La sexualidad del abusador es compartida entre el ámbito de los menores y de los adultos, sintiendo inclinación por los primeros de manera circunstancial (cuando la oportunidad del momento juega a su favor). Al tratarse de un ámbito circunstancial, suele implicar a los miembros de la familia.
  • Pederastia preferencial: No se trata de una inclinación circunstancial sino de un modo de actuación reiterativo, por lo que el número de víctimas aumenta, resultando su comportamiento compulsivo. En este caso no existe una cierta indiferencia a la hora de inclinarse sexualmente entre menores y adultos sino que el objetivo se centra en los primeros. La búsqueda de sus objetivos es “activa” por lo que suelen buscar entornos frecuentados por los menores.

En cuanto a porqué una persona se convierte en pederasta, aunque no están claras las raíces, las estadísticas sí apuntan a tres orígenes:
  • Condicionamiento genético: que facilita una serie de condicionantes que pueden desembocar en alguna desviación sexual.
  • Ambiente sociocultural en que el individuo desarrolla su personalidad: donde comportamientos centrados en la sexualidad sean entendidos como un reconocimiento grupal.
  • Situaciones en edades tempranas de abuso, habitualmente sexual, y maltrato: quizá sea el factor más claro que provoque disrupciones emocionales en las que se confundan el abuso con el placer.
También te pueden interesar los siguientes artículos:

No hay comentarios:

Publicar un comentario