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martes, 7 de noviembre de 2017

¿Uso excesivo, mal uso, dependencia o adicción?

Cuando pensamos en uso excesivo de la tecnología, nos viene a la cabeza la típica imagen de chavales a los que, por mucho que se les diga “apaga la play” o “deja el móvil”, no hay manera… Parece que nunca tengan límite.

Lo primero es entender qué sucede cuando un menor (que luego será adolescente y adulto) pasa más tiempo de lo aconsejado delante de pantallas, aquí lo explicaba: “Tiempo máximo de un niño frente a pantallas”.

Pero realmente ¿se hace un uso excesivo o un mal uso?

Al tiempo de hablar de uso excesivo también solemos emplear los términos de dependencia o adicción acomodando los tres a un mismo nivel. Sin embargo cabe hacer una distinción entre ellos ya que no son o no implican lo mismo:

  • Dependencia: Necesidad compulsiva de alguna sustancia, como alcohol, tabaco o drogas, para experimentar sus efectos o calmar el malestar producido por su privación. Situación de una persona que no puede valerse por sí misma.
  • Adicción: Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico. Afición extrema a alguien o algo.

Dentro del ámbito de las tecnologías hemos de comenzar hablando de uso excesivo antes que hacerlo de dependencia y adicción ya que estas últimas suponen una fase en la que no existe una auto gestión de la situación generada. Podríamos decir que son la consecuencia de un uso excesivo junto con las repercusiones que éste genera.

¿Qué es el uso excesivo?

Esta situación se da cuando el empleo de tiempo en el uso de la tecnología limita la libertad para realizar otras actividades.

A partir de esta situación se desencadenan otras paralelas que, poco a poco, van menoscabando la propia voluntad y deteriorando el entorno social del individuo. Sobre todo hay dos especialmente delicadas: la soledad provocada por el aislamiento y la recreación de una realidad virtual que se acaba asumiendo como cierta y única.

La sensación placentera de hipotético control que el individuo desarrolla dentro de su entorno virtual (ya sean mundos ficticios de videojuegos o simples conversaciones de grupo en redes sociales) se ve incrementada porque él es capaz de recrear un perfil que se adapta perfectamente a las situaciones a las que él decide se enfrentarse. Asume cualidades y características como suyas propias de modo que se convierte en infalible e incluso en protagonista de sus vivencias virtuales. Y es este ciclo repetitivo y placentero el que, junto con el creciente aislamiento generado dentro de su mundo real, va derivando hacia ese estado de dependencia y adicción.

¿Qué síntomas se dan en una situación de uso excesivo?

Los principales son:
  • Negación del problema.
  • Desatención de actividades que hasta entonces eran habituales.
  • Aislamiento y soledad.
  • Irritabilidad ante la posibilidad de interrumpir el uso.
  • Incremento paulatino de la necesidad de uso de la tecnología.

No obstante, todo depende de la capacidad de criterio y auto gestión de cada persona, de manera que mientras unos caen irremisiblemente en esa espiral, otros son capaces de permanecer conscientes de su realidad sin desconectarse socialmente y sin caer en la dependencia. Es decir, unos hacen un uso racional de la tecnología en la medida que lo necesitan y son capaces de marcar los límites sin desatender el resto de actividades de su vida ni su círculo social. Otros no son capaces. Por ello no hay medidas temporales exactas y generalistas para determinar cuando algo resulta o no excesivo ya que cada persona es diferente.

Aquí está el matiz de la diferencia entre un uso excesivo y un mal uso: Una cosa es dejar de lado otras actividades (sociales, físicas…) y otra diferente es provocar agotamiento o incumplimiento de responsabilidades (falta de sueño, tareas familiares, académicas…). Evidentemente si se hacen las dos cosas, entonces tenemos muchas probabilidades de llegar a padecer un grave problema.

Para evitar este tipo de situaciones con un menor o adolescente, hay que dialogar y llegar a “pactos” familiares en los que, de mutuo acuerdo, se acuerden tiempos y reglas. El incumplimiento de lo acordado debería conllevar una disminución de los tiempos dedicados al uso de la tecnología pero nunca a su negación absoluta y permanente (con ello lo más probable es que se genere bloqueo y malentendido). El buen cumplimiento de las responsabilidades debería conllevar la concesión de uso y disfrute de la tecnología. En resumen: La visión tradicional de los castigos debería ser reconvertida en otra en la que sean entendidos como premios, y para ello podemos usar la figura del “pacto” ya que genera un traspaso de responsabilidad hacia el menor. También es importante darles protagonismo y responsabilidad dentro de la familia.

Lo que resulta importante y crítico con respecto a los menores es que debemos permanecer vigilantes sobre el uso que hagan de la tecnología: no deben consumir situaciones no adecuadas para su edad (contenidos inadecuados, círculos sociales extraños, etc.). En este aspecto nos podemos apoyar en herramientas de control parental.

En caso de no controlar este tipo de situaciones dentro del ámbito de los menores, siempre está a vuestra disposición el número gratuito y confidencial 900116117 de IS4K (Incibe, Instituto de Ciberseguridad, Gobierno de España). Tras esta línea telefónica hay un equipo de psicólogos especializados que dan apoyo psicosocial y orientaciones para reconducir este tipo de problemas.

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