En este artículo trataré de aclarar ideas sobre estos tres términos, por lo sensible del asunto y para tratar de entender la relación con Internet y cómo afecta a niños, jóvenes y otras personas.
Comencemos por la definición de "bullying": es una palabra inglesa que en castellano significa "acoso" ("bully" significa "matón"). En general el término identifica el "acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno sus compañeros".
Es decir, se trata de la típica situación (es más habitual de lo deseable) en la que un grupo acosa de una u otra manera a un individuo, indefinidamente o durante un periódo de tiempo, y en el que la víctima pierde su autoestima, y todo ello ubicado en el entorno escolar. Por tanto hablamos de acoso escolar.
Sucede que este acoso también puede trasladarse a de las redes sociales (chats, foros,...) ya que aportan nuevos canales de comunicación y difusión y, con ello, otras oportunidades para poner en compromisos a la víctima. En este caso hablamos de ciberacoso entre menores o ciberbullying (versión española del término inglés cyberbullying).
Quizás tenga cierta relevancia aclarar que ciberbulling identifica el acoso entre menores a través de las redes, y cualquier otra situación en la que participe algún adulto se engloba dentro del ciberacoso.
Existe una clara diferencia entre bullying/acoso y ciberbylling/ciberacoso: la posibilidad de anonimato. El acosador puede adoptar en las redes múltiples identidades falsas de manera que el impacto psicológico sobre la víctima puede ser mucho mayor.
En general el ciberacoso se puede presentar en diferentes formas de las que podemos considerar como habituales:
- La publicación de imágenes comprometedoras (de carácter sexual o no pero que siempre persiguen el ridículo de la víctima).
- La usurpación de la identidad de la víctima para crear situaciones en la que ésta quede en evidencia o como responsable.
- La crítica a la víctima en lugares públicos a fin de menoscabar su autoestima.
- La creación de perfiles falsos en redes con contenidos que impliquen en situaciones violentas a la víctima.
- El empleo de los datos personales de la víctima (nombre, teléfono, dirección de correo, etc.) en determinados lugares que provoquen el acoso de terceros (incluso con el hostigamiento sexual).
- El envío de mensajes amenazantes a su móvil, correo y otros lugares con mensajería.
Si eres menor de edad y estás leyendo este artículo, piensa que todo lo anterior, aunque te afecte, NO ES NORMAL Y NO TE LO MERECES. TODOS SOMOS IGUALES, TEN ÉSTO CLARO. Confía en tu entorno cercano (familia, profesores, amigos íntimos,...) y coméntales lo que te sucede, no te sientas sólo. Por muy grave que sea o por mucho miedo que te provoque lo que pueda suceder, siempre te van a entender y a ayudar, sea lo que sea.
Ocurre, en muchos casos, que la falta de confianza dentro del entorno cercano, la verguenza, el miedo a que se evidencien ciertas situaciones, etc. generan un bloqueo tal a la víctima que se siente literalmente incapaz de abordar la situación y, con ello, acaba cayendo en una espiral cada vez más profunda de depresión y sumisión.
Entonces, como padres o tutores ¿cómo podemos detectar este tipo de situaciones? Es complicado, no nos engañemos. Sin embargo, podemos estar observadores y vigilantes ante situaciones como:
- Si de pronto pasa mucho tiempo con el ordenador, ya que puede que esté preocupado por algún tipo de acoso y esté tratando de resolver las situaciones que se le plantean en las redes.
- El estado de ánimo que tenga tras hacer uso de las redes, pues si tiene un problema grave seguramente le afecte de tal manera que tras algún tipo de acoso su estado le delate.
- Cuando notemos un comportamiento huidizo o evasivo ante alguna de nuestras preguntas sobre "algún problema" relativo a este asunto.
De todas maneras, aunque no seamos capaces de determinar lo que le sucede a la víctima a través de la mera observación, podemos adoptar determinadas actitudes que nos ayuden a conocer qué está sucediendo:
- Es fundamental lograr un ambiente de confianza, en el que se hablen las cosas con naturalidad. Con ello hay que hacer partícipe al niño, que sea protagonista de argumentos y exposición de ideas y sentimientos. Nosotros como adultos debemos situarnos en cierto modo a iguales con él, de tal manera que expresemos nuestros problemas (los que pueda entender) y nuestros sentimientos en la vida en general. Eso, poco a poco, generará el ambiente de confianza necesario.
- Algo tan simple como el contacto físico: no nos olvidemos del abrazo, de la caricia y de tantos gestos que nos acercan a los demás, y más a nuestros hijos.
- Podemos tratar de usar el mismo ordenador para los usos familiares, de tal manera que él no identifique como su "nicho" de secretos.
- También podemos preocuparnos de comprobar su historial de navegación o la caché de imágenes, etc. para tratar de detectar los sitios que puedan ser comprometidos.
- Y, por supuesto, tratar de administrar el tiempo que dedique a estar "conectado". En este sentido, ¿no crees que es más conveniente que exista margen a la comunicación y a la confianza familiar en lugar de que se acorace en un mundo virtual que, probablemente, resulte falso en gran medida?
Aquí os dejo un enlace sobre todo este delicado asunto en la web oficial que tiene INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) para todos los ciudadanos: Internet Segura For Kids
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